sábado, 31 de marzo de 2018

Reto con la imagen de una casita, estrella de mar, el libro Moby Dick y un puñado de caramelos

 
 

Hoy, recordé la casita marinera que se encontraba plantada en lo alto de La Peña, se veía desde la carretera del Rincón. Esa carretera, que en aquellos tiempos era toda una odisea transitar, sobre todo en invierno;  solo disponía de dos carriles,- uno de ida y otro de venida-. El de ida estaba pegado al risco, donde se observaban los distintos estratos de la isla con sus playas colgantes. El de venida alongado al mar.

Papá conducía, primero un cuatro latas- del que no me acuerdo, por lo visto fue su primer coche-. Si que me acuerdo del Prefet, del Simca, del Peugeot 404 y otros que vinieron después-. Yo siempre iba pegada a la ventana de cualquiera de ellos mirando la casita en medio del mar, no apartaba los ojos de ella hasta que ya la perdía de vista. Recuerdo que tenía una escalerilla para acceder. Mi pregunta infantil era cómo llegaban hasta allí y me imaginaba un montón de historias.
Historias con aguerridos marineros luchando con Moby Dick,- en esos momentos no sabía que la película se basaba en un libro-. O con estrellas de mar gigantes. En la orilla les esperaban sus mujeres; también historias de amantes que, a escondidas, se reunían dentro.
 En el trayecto, mientras me dejaba llevar por la fantasía, mamá nos ofrecía a mis hermanos y a mí un puñadito de caramelos.

Ahora conduzco mi propio coche. Ya no existe La Peña, ni la casita marinera; el progreso las sepultó a ambas. Hay más carriles en ambos sentidos y es más cómodo, menos peligroso. Aunque yo siempre miro hacia el mar con los ojos de mis recuerdos.
 

Olivia Falcón
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