El corazón le palpita al ritmo de
unas maracas, lleva rato a la espera de que aparezca.
Cuando, por fin, lo hace
ve como se lleva la mano izquierda a su sien derecha rascándose con el dedo
índice; no cabe en si.
De repente, escucha el vozarrón de su
abuelo pidiendo hierbahuerto para la sopa.
Resignada, se lo trae y vuelve la
vista hacia el libro de arte que había estado ojeando.
No averiguará si, alguna vez,
llegarían a pelearse por el mando a distancia.
Olivia Falcón
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